La actriz cubana Susana Pérez volvió a utilizar sus redes sociales para denunciar la difícil situación en la que se encuentra la isla y para exigirle al gobierno un verdadero cambio democrático en el país.
Susana Pérez compartió una serie de fotografías en las que aparece con una bandera cubana en los hombres y las acompañó con una serie de peticiones dirigidas al régimen cubano.
La cubana culpa al gobierno de haber perdido los mejores años de su vida en un país que se ha encargado de engañar a sus ciudadanos y de acabar con las esperanzas de millones de personas que se han visto obligadas a emigrar.
También comentó que es el momento de dejar atrás el miedo a decir lo que se piensa y pidió a todos los cubanos que se sumen a esta petición para conseguir el ansiado cambio social y económico.
Susana Pérez ya se había sumado al cacerolazo convocado por el presentador Alexander Otaola y a la protesta digital que organizó su hijo, el también actor Roberto San Martín para criticar al presidente Miguel Díaz-Canel.
A continuación, reproducimos íntegramente las peticiones de Susana Pérez al régimen cubano:
Le reclamo 55 años de frustración. Le reclamo las rosas del jardín de mi escuela de monjas donde aprendí a leer y escribir, a sentarme a la mesa y manejar cubiertos y a compartir el pan. Ya no están ni las rosas, ni el jardín, ni las mesas, ni los cubiertos, ni el pan.
Le reclamo las ventanas de mi secundaria, las pizarras dobles, el taller de educación laboral que ya no existen. Le reclamo todas las escuelas al campo, mi fiesta de 15 cumplidos en medio de un cañaveral en lo más recóndito de Camagüey.
Le reclamo los cientos de horas de trabajo voluntario completamente inútiles. Le reclamo a mi padre que se creyó el cuento de que la revolución era más importante que la familia y cambió a su mujer por la patria y se murió lleno de decepciones inconfesadas.
Le reclamo los actos de repudio, el terror en los ojos de los que los padecieron. Le reclamo los fusilamientos, los miles de muertos en el mar, el trasbordador 13 de marzo, la rectificación de errores que no rectificó nada, los apagones, el calor y los mosquitos, el hambre, la úlcera mía y la de mi hijo, los años de beca de mi hija, la familia separada y sin poder comunicarse.
Le reclamo el miedo que me impidió dar un paso hacia el hombre que amaba en ese momento, ese miedo que me empujó hacia atrás por la simple idea de no saber cuándo volvería a ver a mis hijos. Ese miedo que te obligaba a callar, a morderte la lengua, a fingir, a engañar y a engañarte, ese miedo que te llevaba a ser hipócrita y a traicionarte a ti mismo. Ese miedo que pasa a formar parte de la sangre de cada cubano y que todavía nos pone nerviosos en los aeropuertos. Ese miedo que te paraliza, ese miedo que te corroe el alma y los huesos.
Ese miedo que permite que abusen de ti hasta que un día decides dar el portazo final y el miedo poco a poco, muy lentamente va desapareciendo y entonces se convierte en rabia y gritas, golpeas cazuelas, te manifiestas, pero sobre todo decides que no puedes volver al lugar donde violaron tus sueños.