Jonathan Torres Farrat, el menor de 17 años de edad, preso tras los sucesos del 11J en la isla, envió una carta al reguetonero puertorriqueño Farruko, quien es su artista favorito, con la intención de visibilizar su caso ante el mundo.

De acuerdo con el reporte de la plataforma CubaNet, en su misiva el adolescente cuenta la odisea sufrida desde su injusta encarcelación el pasado 13 de agosto.

Su novia Daimy Morales Moré, ofreció al citado medio, a través de un audio, detalles sobre la carta enviada por Jonathan.

“En esa carta él contó todo lo que le estaba pasando, desde el principio hasta hoy. Cuenta que lo maltrataron mucho, le dieron golpes, lo colgaron a la reja y lo amenazaban. Él cuenta todo lo que ha pasado en la cárcel, donde nada ha sido bueno. Cuenta el mal estado del agua y su miedo a enfermarse. Él lo que quiere que lo ayude, que su caso sea visible para poder salir y estar junto a su hijo, que nació y a él no lo llevaron al hospital para que lo viera e inscribiera”, explicó Morales.

A continuación, se reproduce íntegramente la carta de Jonathan:

“Para Farruko:

El 13 de agosto me levanté temprano, cogí el teléfono y salí a trabajar. Cuando viré estaba una patrulla casi en la puerta de la casa y no pensé que era para mí, pero cuando subí las escaleras de mi casa estaban dos hombres parados. Me preguntaron si yo era Jonathan. Yo respondí que sí y me enseñaron unos carnés del DTI. Yo lo único que le dije a ellos fue que si podía subir a mi cuarto a ponerme los zapatos porque yo andaba en chancletas. Subí, me puse los zapatos entré y mi mamá empezó a llorar.

Ella le preguntó a esa gente que si eso era rápido y dijeron que sí. Me despedí de mi abuela, de mi mujer, que en ese tiempo estaba embarazada, y le di la bendición a mi mamá. Bajé las escaleras y me montaron en la patrulla y me llevaron al DTI de Acosta. Me enseñaron unos vídeos. Yo decía que ese no era yo y ellos insultados. Yo estaba sin esposas y me pusieron las esposas y me las apretaron durísimo. Yo estaba sentado y decía que ese no era yo y me empujaron cuando estaba sentado, me esposaron y me colgaron en la reja en puntillas de pie. 

Cada vez que me movía y le daba a la reja las esposas se apretaban cada vez más. Me montaron en la patrulla y me llevaron para la estación de policía de Aguilera. Vi a mi mamá y ella empezó a llorar, le di un besito y me subieron. Después de un rato me bajaron para la celda, entregué todo lo que tenía arriba y me metieron en la celda. Después de estar un día, allí todos los que estaban en la celda se fueron y me quedé solo.

Esa noche me pasaron para otra celda y llegó un amigo mío que es como si fuera mi hermano y estuve en la celda con él. Venía por lo mismo que yo. Ese día por la noche empezamos a llamar al guardia y no venían; gritábamos y no venían; hasta que vinieron y se hicieron los bravos, se molestaron porque los habíamos llamado. Ese día parece que no había agua. No nos bañamos. Al otro día empecé a llamar al guardia para ver si podía hablar con mi mamá para que supiera de mí, para que no se preocupara. No pude llamarla. Empecé a dar bateo y me sacaron de esa celda a mí y a él y nos pusieron en otra. Ese día no me dieron el colchón para dormir.

Por la mañana tenía dolor hasta en los dientes, de no lavarme la boca, y dolor en el cuerpo de dormir en el cemento pelado. Después, al otro día, o creo que ese día, me llevaron para el técnico de Acosta. El primer día de Acosta estuve bien, nada más que el día que se para un guardia delante de mí y me dijo, así mismo: “¿Tú quieres ver cómo te doy un galletazo?”. Yo le dije que sí, yo pensé que era jugando, y entró. Yo nunca le había dado confianza para jugar. Abrió la reja, se quitó la camisa y me dio un galletazo por gusto. Cogió, salió y al rato me sacaron para hablar conmigo, porque se enteraron que yo era de los tirapiedras, como dicen ellos. Eso era para que yo no le dijera a mi mamá. Allí daban el teléfono cada vez que les daba la gana a ellos. Hasta que me trajeron para la Cárcel de Jóvenes de Occidente.

Aquí en el Manto me empezaron a dar unos dolores en el oído con el tiempo. Un día por la noche me empezó a salir humor por el oído y empezaron a llamar al guardia. Tuvimos que empezar a formar gritería y cuando vinieron, me dijeron que para qué me iban a bajar al botiquín si no había medicamentos. Se fueron, me seguían dando los dolores y los volvieron a llamar. Vinieron al rato, me bajaron el botiquín y no había nada. Subí y al otro día el reeducador me consiguió unas goticas. Él mismo me dijo que no había en la prisión, pero no había médico tampoco.

El agua de aquí no sé lo que tiene, pero a la gente le daba vómito con sangre y diarrea. Gracias a Dios que a mí no me dio nada de eso. La gente se desmayaba y no bajaban el botiquín porque no había nada.

Con el tiempo me subieron para la compañía 5. Allí en mi cubículo un día se fajaron y sacaron a todo el mundo. Dijeron que nos encueráramos y yo no quise. Me mataron a galletas y a patadas por el piso. Yo no quise decirle nada a mi mamá para que no se preocupara, hasta que en la visita me vio los arañazos en el cuello. Ellos se enteraron de cómo era mi mamá y cómo soy yo, no ha pasado más nada.

Te escribo esta carta porque eres mi artista favorito, Farruko, contándote todo lo que he vivido solo por reclamar libertad. Quisiera que me apoyaras y que le contaras mi verdad al mundo. Te respeto y admiro mucho, quiero que seas mi padrino.

Jonathan Torres Farrat”.

El pasado mes de julio, Farruko mostró su solidaridad con el pueblo al vestir una camiseta donde se leía “Díaz Canel singa’o”, durante la entrega de los Premios Juventud 2021.

Asimismo, expresó en la gala: “Yo llevo a Cuba en el corazón porque la mayoría de mi equipo de trabajo y amigos personales son cubanos. Del poco tiempo que llevo en Miami me he hecho muy amigo de la comunidad cubana y siento que soy parte de ellos también”.

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